De momento, os dejo este pequeño relato que escribí hace un par de años y que modifiqué antes de las vacas, y que, como siempre, se me ha olvidado compartir, ainnnnssssss.
Espero que lo disfrutéis, esta vez os traigo una de las muchas historias que tengo escrita con Val, en la que narro como se produjeron los acontecimientos para que tomara la decisión de formar la organización.
Muchos besotes y gracias por leer.

Como llegue a ser lo que soy
Relato corto
staba en la biblioteca, tumbada sobre un gran sillón mientras debatía con Sheiztler sobre el duro entrenamiento de esa tarde. El macho la había tumbado un par de veces de muy malas formas; a traición, y utilizando uno de sus trucos vampíricos de ahora estoy aquí y ahora allí. El llanto de un bebé retumbó por toda la Mansión y ambos, tras mirarse desconcertados, salieron corriendo de la estancia para ver de dónde provenía tal alarido. La estampa de su padre sosteniendo un bebé entre sus brazos los dejó congelados bajo el umbral de la puerta.
¿Qué hacía Adrien con un bebé? ¿Dónde lo había encontrado?
Ella y Shey se miraron un segundo antes de preguntar:
—¿De dónde ha salido «eso»? —Hizo un gesto con la mano señalando el bulto que sostenía su padre.
—No es «eso», hija, es un bebé —contestó éste sonriendo.
—Se perfectamente qué es, papá. ¿De dónde lo has sacado? —preguntó de nuevo, acercándose hasta él. Extendió una mano retirando la mantita que lo cubría para ver cómo era y el crío le agarró uno de sus dedos cuando rozó la pequeña carita redondeada.
—Estaba a las puertas de la Mansión, abandonado en una canastilla ante la verja. He buscado entre sus cosas y no tiene nada que lo identifique. —Adrien miró al pequeño con una extasiada sonrisa en sus labios.
—¿Y qué vamos a hacer con un bebé en la casa? —inquirió.
—Ya le buscaremos una familia, mientras, toma… hazte cargo de él, las hembras sabéis qué hacer, lo llaman instinto maternal. —Adrien hizo un amago de entregarle al bebé.
—¿¿¡¡Que!!?? —gritó horrorizada y apartándose de un salto hacia atrás, como si la hubiera quemado el simple roce—. No tengo ni idea de qué hacer con «eso». —Señaló con el índice al pequeño, después continuó—: ¡y jamás he sentido eso que llamas instinto maternal! —Cruzó los brazos sobre su pecho y se mantuvo a cierta distancia.