• Dicen que los sueños expresan en imágenes nuestros anhelos, nuestros deseos... nuestras inquietudes. Siempre has creído que lo que sueñas no es real, ¿estás segur@?
  • Cuando todos duermen, yo sigo despierta... Me gusta la noche… Disfruto con ella. Chicos malos… tened cuidado. ¡Esta zorra anda suelta por la ciudad!
  • El Caribe, cuna de piratas, es un hervidero de actividad. El Lord Arioc, capitaneado por Dagon, surca las aguas de este mar conquistado, indiferente a esas luchas de poder.
  • Valor, coraje y arrojo... Cualidades que definen a Valnelia, una hembra criada en la glymera y nacida para ser una guerrera.
  • Cuando la división entre el mundo humano y el Sheol se reduce a una fina linea entre lo real y lo irreal, un grupo de guerreros se preocupan por mantener el orden.
  • Colección de relatos cortos de diferentes temáticas.

viernes, diciembre 9

Archivos secretos de la Mansión… Primer encuentro · IV · V

     Entre una cosa y otra, al final se me ha pasado subir esta cuarta parte, y como sé que este fin de semana lo tengo bastante complicado, os lo dejo hoy, que lo disfrutéis, espero que os guste.
     Muchos besotes, y como siempre, gracias por leer.
 
 

 
 

 
No te separes de mi lado —le dijo a su compañera.
 
Hacía rato que habían dejado las motos aparcadas y recorrían a pie la zona de patrullaje asignada esa noche. Las calles estaban como siempre, llenas de humanos, y no tan humanos, buscando diversión. Apenas llevaban unos cientos de metros de la larga avenida cuando los sonidos provenientes de un callejón llamaron su atención.
 
—Espera —le dijo a Vik, pegándose a la pared del edificio. La joven imitó el movimiento de su jefa.
—¿Son restrictores? —preguntó en un susurro. Desde el exterior podían escuchar dentro los gemidos ahogados de alguien malherido.
—No, no huele a talco —le contestó, olisqueando el aire, intentando captar el característico aroma que los hacía inconfundibles entre la mezcolanza de olores que inundaban el ambiente.
 
Pero tenía la seguridad que en el interior había algo tan especial como ellas, algo peligroso y oscuro; no era una simple pelea entre humanos. Agudizó un poco más el oído, intentando precisar cuantos eran, pero le fue imposible determinar un número. Aferró con fuerza las empuñaduras de sus dagas y tras soltar un profundo suspiro, giró con un movimiento preciso en la esquina para quedar delante de la entrada.
El callejón estaba en completo silencio y oscuridad, ni siquiera era alumbrado por la luz de una triste y sucia farola. Sus ojos tardaron unos segundos en habituarse a las sombras que lo poblaban, cubiertas por una bruma espesa que poco a poco fue disipándose hasta hacer visible la silueta de un hombre alto.
Un vistazo rápido y enseguida supo que allí dentro no había nadie más que ellos tres, y que todo el peligro provenía de ese desconocido que la miraba con una sonrisa ladeada en sus labios. Dio un par de pasos, acercándose lentamente sin apartar la mirada de ella, que aferró con fuerza sus dagas y se posicionó delante de Vik, cubriéndola con su cuerpo. Tuvo la extraña sensación de que ese tipo la esperaba a ella, que había montado toda esa parafernalia de niebla, gemidos y oscuridad como carta de presentación, y que al final había sido descubierta cayendo en su trampa.
 
—Por fin nos encontramos, señora —indicó el tipo, rompiendo el silencio con un marcado matiz irónico en la última palabra.
—¿Nos conocemos, caballero? —preguntó, sin una pizca de cordialidad a pesar de su educada entonación. Ese tío no le daba ninguna confianza, al contrario, su forma de mirarla, arrogante y despiadada, le erizaba el vello de la nuca.
—Inevitablemente nos hemos visto obligados a posponer nuestro encuentro, esperado por mi parte, pero haré todo lo posible por recuperar el tiempo perdido —le contestó, con un atisbo de ansiedad en la voz. Dio un paso más hacia ella, rodeándola, estudiándola con la mirada.
—Tengo la vaga impresión de que usted deseaba este encuentro para esta noche y no otra, lo ha preparado así por algún motivo que aún no consigo descifrar, ¿me equivoco?
 
Una farola, de las varias que habían permanecido apagadas hasta ese momento, parpadeó y lo bañó con su tenue luz. Iba vestido completamente de negro, cubriendo su indumentaria con una larga gabardina del mismo color, y bajo la cual estuvo segura escondía sus armas. Llevaba el pelo corto y un tatuaje sobresalía por el cuello de su jersey, imprimiendo sobre su piel —ligeramente bronceada— un intrínseco dibujo que le resultó demasiado familiar.
Vik se movió inquieta detrás de ella, percibiendo la maldad que ese tipo desprendía, o quizás, percibiendo la tensión que se había apoderado de su jefa. Reparó entonces en su hermana, y supo de inmediato que no debería estar allí. Había sido un error salir con ella, y tal vez había sido eso lo que él había estado esperando.
Esa certeza le dio escalofríos. Sintió como el poder acudía a ella, hormigueando en sus manos, en respuesta al poder que él mismo exhalaba. Sintió su naturaleza oscura emerger a la superficie, sacudiendo su interior, exigiendo de nuevo la libertad que le había negado los últimos días.
 
—Lárgate, Vik —le ordenó a la joven, en un tono ronco demasiado bien conocido durante las últimas semanas. Por alguna extraña razón, su hermana no protestó y se dispuso a cumplir la orden, aunque la escuchó maldecir por lo bajo.
—No, ella se queda —pronunció el desconocido, sentenciando cualquier protesta por parte de ella.
 
Y todo sucedió tan rápido que no le dio tiempo a reaccionar.
 
 
Su espalda golpeó con fuerza contra la pared, sintió el frío traspasar su abrigo y deslizarse como una mano helada por su espalda. El tipo aferraba su cuello suavemente, sin llegar a apretarlo, pero el impacto la había hecho perder el aire de los pulmones. Tomó un aliento profundo, inhalando toda la cantidad posible para volver a llenarlos y seguir respirando.
Lo tenía sobre ella, tan cerca que podía aspirar los efluvios dulzones del whisky que posiblemente había ingerido antes de salir a buscarla. Intentó apartar el rostro, pero no pudo; su cuerpo no reaccionó a ninguna de sus órdenes. En cambio, sintió hormiguear el poder que el desconocido irradiaba, cosquilleando por su piel y reptando sinuoso como una serpiente, abrazándola con su calor y arrastrándola bajo su peligroso influjo.
 
—¿Quién coño eres? —jadeó ante tal muestra de dominación.
—Puede llamarme Ouxt, señora. Disculpe mi falta de educación, siento no haberme presentado antes —respondió con sorna, burlándose de su pregunta.
—¿Qué cojones quieres? —gruñó cuando sintió de nuevo su toque abrasador.
—¿Lo sientes? —le susurró al oído, ignorando deliberadamente su pregunta—. No puedes hacer nada… —continuó con arrogancia—. Déjate envolver por él, todo será más fácil y menos doloroso —añadió, apretándose contra su cadera con la otra mano—. Eres sólo una niña jugando a ser lo que no eres ni serás nunca. No puedes luchar contra mí, tengo cientos de años más que tú, siglos de experiencia, y ésta es vital en este mundo, señora…
—Vete a la mierda —le contestó. Su voz salió atragantada y pensó que ni siquiera podría contar con ella cuando sintió otro ramalazo de poder.
—¿Qué modales son esos, alteza? —preguntó Ouxt, chasqueando la lengua y fingiendo sorpresa.
—¿Los que se merece alguien tan despreciable como tú, que abusa de la debilidad de una dama? —atacó, haciendo un alarde de su sarcasmo. Ouxt soltó una carcajada.
—Lástima, tanta belleza y tan poco respeto por alguien más mayor…
—Vete al infierno, ¿mejor? —le espetó con ironía.
—Cambiarás de opinión... como yo. —Outx sonrió, metió una mano por debajo de su jersey y la acarició con una suavidad que no transmitía la intención de sus palabras.
 
Los ásperos dedos se deslizaron por su piel, los sintió ascender lentamente hasta alcanzar la copa de su seno, deteniéndose allí para rozarlo con delectación. Trazó su contorno, recreándose en la forma coronada por el pezón y lo pellizcó hasta conseguir endurecerlo a pesar de sus esfuerzos por evitarlo. Ouxt soltó un jadeo de satisfacción y descendió por su estómago, perfilando la delicada línea natural marcada por los suaves abdominales y se entretuvo en realizar círculos lentos alrededor de su ombligo. Recorrió la cinturilla de su pantalón de cintura baja, rozando la piel desnuda de su vientre plano y ascendió de nuevo, delineando la curva de su cadera.
 
—Deliciosa —susurró en su oído—. Había planeado acabar contigo, jugar un poco antes para hacerlo más divertido, pero creo que puedo modificar mis planes para darte una oportunidad… —Dejó que su aliento cosquilleara sobre su piel antes de continuar—: Parece un plan más interesante. —Hizo otra pausa y tras exhalar un suspiro ronco, añadió—: Juntos podemos hacer grandes cosas.
—No me interesan tus planes —le contestó, usando un tono igual de bajo, pero cargándolo de un palpable aburrimiento infundado.
—Lo hará, créeme… —Deslizó la mano por su espalda lentamente, trazando el arco de su columna—. Puedes apostar tu cuello —agregó, apretando levemente los dedos que lo aferraban como un sólido collar de eslabones de acero, enfatizando sus palabras mientras acariciaba con la nariz el hueco de su clavícula.
 
Ouxt se movió, colocándose entre sus piernas, y lamió despacio la piel erizada de su cuello. Fue entonces cuando vio a su hermana por encima de su hombro.
Vik estaba donde mismo habían estado ambas, con la mirada vacía y una expresión ausente en el rostro. En la mano sostenía su daga, manteniendo con firmeza la afilada hoja contra su cuello, esperando sin temblarle el pulso.
Un grito ahogado escapó de sus labios ante la aterradora visión, advirtiendo de pronto la precaria posición en la que se encontraban. El miedo se apoderó de su cuerpo, la sacudió con fuerza, la apremió a asegurar por encima de todo la seguridad de su hermana. El resto dejó de ser importante…
Ouxt soltó una risa baja, escalofriante por su modulación, que sacudió todos sus sentidos.
 
—Ah, tu compañera… está esperando mi orden —le explicó, sin borrar la sonrisa altiva de sus labios, sabiéndose dueño de la situación.
—Hijo de puta. —Ouxt negó con la cabeza, fingiendo molestarse por sus palabras—. Déjala ir… —suplicó al reparar en el brillo frío de su mirada.
—No —susurró contra su boca—, eso no forma parte del plan. —Acto seguido atrapó sus labios, los lamió y mordisqueó impasible hasta abrirse paso y alcanzar su interior, arrollando por completo su frágil resistencia.
 
Ella cerró los ojos, tragó el nudo de dolor que se le había formado en la garganta y dejó de sentir. Dejó de sentir sus labios, su lengua, la mano que aferraba su cuello como una soga viva y la otra que se deslizaba libremente por su cuerpo, manoseándolo sin impedimento alguno. Dejó de sentir el miedo y la angustia que la atenazaba y se centró en el poder que la envolvía, que la sometía a su antojo, manteniéndola inmovilizada y haciéndola conocedora de su superioridad.
La certeza cayó como una pesada loza sobre sus hombros, minando su confianza; era más fuerte y perverso, y establecía claramente su predominio sobre ella, orgulloso y seguro de su supremacía.
Se concentró en su propio poder, buscándolo y llamándolo, atrayendo a ella. Podía sentirlo bajo su piel, latiendo obstinado, pulsando por ser liberado, deseando emerger de la prisión que lo mantenía encerrado. No era su cárcel la que lo mantenía prisionero, sino la de Outx, que se alzaba sobre ella como un gigante, cubriéndola y encerrándolo bajo su mano.
Era un tipo peligroso, cruel y poderoso. Y sabía que debía luchar contra él, contra el dominio que la mantenía inmóvil, romper el control que esgrimía sobre ella.
Se aferró como nunca a la oscuridad latente que abrigaba en su interior, incitándola a pelear, recurriendo voluntariamente por primera vez a su naturaleza Sharkay, instándola a rebelarse incluso a sí misma, al control que habitualmente ejercía férreamente sobre ella.
Ouxt lo sintió y se separó unos centímetros de sus labios. La miró fijamente a los ojos, con una mueca siniestra en sus labios, e inmediatamente supo que era eso lo que él buscaba.
 
—¿Sabes que puedo sentirlo inquieto en tu interior? Salvaje y despiadado, como tú misma cuando luchas. —Deslizó los dedos por su mejilla, acariciándola con delicadeza—. Es poderoso, pero no sabes controlarlo, no sabes aprovecharlo… Déjame enseñarte —susurró, una cargada intención sexual bordeaba su voz.
—Muérete, y me haces un favor —le escupió a la cara.
—No rechaces lo que te ofrezco —contestó cabreado, separándose de su cuerpo por completo, pero sin desasir el agarre de su cuello—. Eres tan ingrata como tu madre… —añadió, limpiándose el rostro con la manga de su gabardina.
—¿Qué sabes de mi madre? —preguntó sorprendida.  
—Mucho… —contestó él, esbozando una enigmática sonrisa, consciente de que había captado su interés.
—¿La conociste? —susurró con ansiedad.
—Era una zorra desagradecida, una arpía egoísta… —explicó, mirándola con desprecio, como si volviera a tener ante él a esa hembra del pasado.
—Mientes —le espetó—. Mi padre jamás la hubiera tomado como compañera, ni aunque hubiera sido la mitad de lo que dices —le aseguró.
—Tu padre fue imprudente, ávido de conocimiento sobre nuestra raza, la tuya y la mía, y eso lo llevó a la muerte…
 
El odio se aferró a ella al escuchar esas últimas palabras. Se deslizó caliente por su interior, hirviendo la sangre que corría por sus venas. El azul de su iris se oscureció, avivando en sus ojos el brillo oscuro que precedía a la liberación. Lo desafió con su mirada, reteniéndolo en sus pupilas mientras el poder acudía a ella. Lo retó, invitándolo a añadir alguna mentira más en contra de sus padres.
 
—Mientes de nuevo —aseguró sin apartar los ojos de los suyos fríos y oscuros.
 
Sintió el momento exacto en el que Ouxt cedió en esa lucha de voluntades en la que se había convertido el intercambio de miradas. Encontró una grieta en su férreo control y se deslizó por ella, rápida, sin dudarlo, revelándose a su control. Alzó un poco la mano, consiguiendo romper su bloqueo, y la daga de Vik apareció en ella. Se la clavó bajo las costillas antes de que su adversario llegara a reaccionar, retorciéndola hasta que la sangre se derramó por su mano.
Ouxt soltó el agarre de su cuello y saltó hacia atrás, maldiciéndola mientras se sujetaba el costado y presionaba la herida.
 
—Maldita zorra, no debí subestimarte… —Su voz sonó fría, su mirada destilaba odio, y su rostro estaba deformado por la ira—. Sabía de lo que eres capaz de hacer, ya te había visto usar ese poder, eso debió de ser suficiente para no bajar la guardia. No volverá a pasar.
—No vuelvas a tocarme —gruñó, respirando con dificultad.
—Nos volveremos a encontrar, señora —indicó Outx, la ira vibraba en su voz. Hizo un imperceptible gesto de dolor y añadió con arrogancia—: es una promesa, alteza. —Dicho eso, se desvaneció en la noche.
 
El callejón volvió a quedar sumido en la oscuridad. La farola que los había bañado con su mortecina luz se apagó en el mismo instante en el que él desapareció. La daga se le cayó de entre los dedos laxos y golpeó el suelo con un sonido metálico, rompiendo el apacible silencio. Se dejó caer deslizándose lentamente por la pared hasta quedar sentada sobre el suelo. Estaba sin aliento, le costaba respirar. Romper el control de ese tipo había consumido casi toda su energía, dejándola extenuada. Inspiró y expiró varias veces, tomando aire, cargando sus pulmones.
Sentía su lado Sharkay latiendo en su interior, y rogó porque no decidiera finalmente tomar el control, porque no tenía fuerzas para doblegarlo. Intentó calmarse y calmarlo, cerró los ojos y bajó la cabeza, agotada. Algunos mechones habían escapado de la gomilla que sujetaba su pelo y cubrieron su rostro. Respiró profundamente —una, dos, tres… veces— procurando serenarse.
Cuando por fin se sintió medianamente tranquila y con fuerzas, alzó la cabeza buscando a su hermana. La vio sentada sobre sus pies, con la cabeza bajada y las manos descansando sobre el suelo, caídas entre las rodillas. Se levantó ayudándose de la pared y recogió la daga de la joven, avanzó unos pasos y cogió las suyas —que habían quedado olvidadas en el suelo cuando todo comenzó— y las enfundó bajo el abrigo. Vik levantó la cabeza cuando la oyó acercarse y asió la mano que le tendía.
 
—¿Qué ha pasado, Val? —le preguntó, con el temor reflejado en la voz, mientras se ponía en pie.
—¿No recuerdas nada? —La miró fijamente, interpretando las expresiones que asolaban su rostro; confusión, miedo, desconcierto…
—No con claridad, sólo imágenes sueltas, como un rompecabezas mal formado de recuerdos aislados…
—Salgamos de aquí —la instó, tendiéndole la daga.
—¿Cómo tienes mi daga? —preguntó confundida.
—Eso no importa ahora, vámonos. —Sin esperar otra pregunta por parte de su hermana, se dirigió hacia la salida.
—¿Y esa sangre? ¿Es tuya? ¿Estás herida? —preguntó Vik detrás de ella, corriendo hasta colocarse a su lado, mirándola preocupada.
—No es mía, no estoy herida —enumeró—, y no hagas más preguntas.
—¿Seguimos patrullando?
—No.
 
Se dirigieron en silencio hacia las motos. Vik pareció notar el malhumor en sus respuestas y optó por no preguntar más. Se limitó a caminar a su lado, observándola de vez en cuando —la seriedad de su rostro era casi palpable— y haciéndose múltiples preguntas sobre lo que rondaba su mente y sus recuerdos.
Lo que creía habían sido apenas unos minutos en el interior del callejón, parecía haber sido mucho más. Los locales cerrados así lo indicaban. Bares que cuando entraron estaban abiertos, ahora tenían cerradas sus puertas. Ese dato también fue sumado mentalmente a su ya creciente preocupación. Tenía muchas preguntas que hacerse, pero no tenía la mente para hacérselas en ese instante. Sacudió levemente la cabeza, ansiando desterrarlos de momento. Apretó los dedos y los relajó, en un intento de calmar su nerviosismo por más motivos que tuviera para estar nerviosa. Agradeció con un suspiro largo llegar hasta las motos, arrancaron y se alejaron de allí, en dirección a la seguridad de la Mansión.
Aunque su apariencia era tranquila, nadie mejor que ella sabía que sólo era fachada; interiormente no lo estaba. Se sentía ansiosa, el deseo indomable de su inseparable alma Sharkay no parecía querer desistir en su empeño de ser liberada. Bullía en su interior, latiendo viva, incontrolable, anhelante y en espera. Intentó ignorarla, refugiarse en la sensación calmante que le provocaba la velocidad, la vibración del motor de su moto, la placentera sensación del frío acariciando su rostro con dedos helados… Pero no funcionó.
A pocos kilómetros de la mansión se cruzaron en la carretera con Mary y Ame. Las reconoció enseguida cuando las vio acercarse por el espejo retrovisor y redujo la velocidad hasta que las alcanzaron, después se detuvo en un lateral del arcén. Sus hermanas de detuvieron a su lado y Mary se quitó el casco para preguntar.
 
—¿Qué pasa, Val?
—Acompañadla hasta la mansión —le ordenó.
—¿Te vas? —le preguntó Vik, levantándose la visera de su casco.
 
Aceleró su moto como respuesta y giró en la carretera, de vuelta a Caldwell.
 
 
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    Pd.: os he dejado dos parte de una vez porque voy a estar bastante liada a pesar de que no me apetezca nada salir de casa, jajaja, gracias por la paciencia y la espera.
     Besossssssssss

6 Apasionad@s:

Marijose dijo...

Ok!
Me ha encantado. Ese encuentro promete más!!
Espero que encuentres un ratito para ti entre tanto lío.
Un beso, wpa!

Emperatriz dijo...

Hola muy bello tu blog, y tu historia ^^

Estas totalmente invitada al mio http://darkgritorium.blogspot.com/

Un saludo

Juan Pardo dijo...

M has cautivado con la estética de tu blog.Tu manera de narrar engancha.T sigo.T invito a seguir mi blog.Saludos poéticos.

H. Kramer dijo...

Te dije que ese tipo me caía mal... Ahora me cae peor.
Espero que le patees el culo, Val.

Hasta aquí llegué por hoy.
Besazo ;)

Val Navás dijo...

@Kramer

Y peor aun puede llegar a caerte, jiji.

Gracias, wapo, besotessssssssssss

Val Navás dijo...

Graciasssssssssss, me alegro que os haya gustado, muchos besotesssssssssssss

:)) ;)) ;;) :D ;) :p :(( :) :( :X =(( :-o :-/ :-* :| 8-} :)] ~x( :-t b-( :-L x( =))