De vuelta aquí, intentando volver, aunque no haya sido uno de mis mejores años…
Voy a dejar la continuación y el final de esta escena (que me avergüenza haber dejado pasar tanto tiempo), e intentaré seguir colgando más y con más continuidad…
A pesar de no disponer de mucho tiempo últimamente, quiero continuar con mi vida bloggeril, que ya la echo de menos.
Os iré dejando más escenas como Val, que están pasando por un proceso de corrección con la idea de unificarlas y hacer un libro con todas ellas, dedicado a este personaje al que tanto cariño tengo.
Intentaré acabar las historias cortas que tengo comenzadas, continuar con los capítulos de mis otras tres historias, y si acabo y no desvarío demasiado, subir algo para Halloween, que llevo mucho tiempo con ganas de escribir algo para esta fecha.
Sólo puedo decir que lamento estar tan desaparecida y no cumplir con los blogs e historias que solía seguir, y que intentaré hacerlo en cuanto pueda.
Sin querer enrollarme más, os dejo el final de esta escena que espero que disfrutéis.
Besotessssssssssssssss, y que os hecho de menos.
A la orden de Mike, los vampiros se dirigieron hacia los túneles, aún había demasiada luz como para salir al exterior. Desde que Sheiztler había nombrado su segundo al mestizo, los jóvenes guerreros seguían sus instrucciones a regañadientes. En algunos podía apreciarse miradas de disconformidad ante esa decisión, pero era eso o abandonar lo que ahora eran y enfrentarse a la bronca de sus padres y sus consecuencias.
Avanzaban por los túneles a paso rápido, aun tensos por el dolor que sentían en sus pelotas y el ansia de satisfacer esa imperiosa y dolorosa tensión. Miraban al mestizo de reojo, sabiendo que el macho tenía una hembra esperándolo con la que poder dar rienda suelta a ese molesto tormento.
—¿Habéis satisfecho alguna vez a una hembra en su periodo de necesidad? —preguntó Mark, sonriendo y rompiendo el silencio.
—Joder no, no podría lidiar con una hembra como esa —contestó Erik.
—No sabes lo que dices, pequeño —lo pinchó Colt—, todo macho que se precie debería haber complacido ya a una, son insaciables… —Hizo un gesto con sus manos que todos entendieron y se echaron a reír.
—Deja de llamarme así. —Erik señaló con el dedo a Colt, en un tono amenazante.
—Lo siento por Sheiztler —indicó Jason, con una risotada y metiéndose entre sus dos compañeros antes de que comenzaran a discutir.
—No me gustaría estar en su lugar —continuó Joel.
—¿Estás seguro, Joel? —le preguntó Colt.
—A cualquiera de nosotros le gustaría estar en este momento en el lugar de Shey, lo va a pasar genial las próximas horas —comentó Zane.
—Tú flipas, tío, no me acercaría a esa cabrona para complacerla ni aunque fuera la última hembra —declaró Erik.
—¿Ni para hacerla sufrir? —replicó Colt, con una amplia sonrisa.
—A esa zorra le daba igual quien estuviera entre sus piernas mientras se la metieran y le calmara las ganas —contestó Mark con una carcajada.
Mike le dirigió una mirada de advertencia a Mark por sus palabras y el tipo alzó una ceja desafiándolo. Rust pasó veloz entre ambos, dejando sorprendidos a todos, y cogió a Mark por la pechera de su camiseta de manga corta, empujándolo contra la pared que tenían detrás.
—Deja de hablar así de ella —le instó a escasos centímetros de su rostro. Sus amplios torsos casi se tocaban de lo cerca que estaban.
—¿Qué te has fumado, tío? —le preguntó Mark—. Suéltame… —siseó entre dientes.
—Le debes un respeto, por lo que es… se lo ha ganado sola —continuó Rust, sin soltarlo, mirándolo fijamente a los ojos.
—¿Un respeto a ésa? No me hagas reír —se burló Mark.
—Si no se lo tienes por ella misma, tenlo por ser la hija de quien es, por ser la shellan de quien es. Le debemos mucho a su padre.
—Qué me sueltes, joder —contestó Mark, soltándose del agarre.
Se midieron con la mirada durante unos segundos, hasta que una nueva oleada los sacudió haciéndolos doblarse por la mitad y expulsar el aire de sus pulmones.
—Vamos, dejaros de tonterías, estamos aún muy cerca de la casa —indicó Zane cuando volvió a coger aire.
Comenzaron a avanzar de nuevo hacia la casa donde se hospedaban en completo silencio, hasta que Derrik decidió volver a romperlo, intentando aligerar la tensión que se respiraba en el ambiente del estrecho túnel.
—Necesito una ducha fría, joder. —Se agarró la entrepierna y apretó, como si eso pudiera aliviarlo.
—¿Alguien tiene de eso que vendía Rehv? Ahora me vendría muy bien un poco de humo rojo —comentó Joel, haciendo el mismo gesto que su compañero.
—A mi me queda algo, y a Zane también —indicó Jason.
—Podríamos ver unas pelis mientras nos fumamos unos cuantos cigarrillos y esperamos a que pase el celo de esa maldita hembra —planeó Colt.
—¿Sesión continua de Rambo? —continuó Erik, sonriendo de nuevo.
—Contigo no contamos, ¿verdad, Mike? —preguntó Jhan, mirando al mestizo.
Mike le dirigió una leve sonrisa afirmativa. Del grupo de machos, era uno de los pocos que no solían dirigirle miradas de desprecio. Algo que Mike agradecía interiormente. Ahora más que nunca entendía como se sentía Val cuando a veces le contaba recuerdos de sus vivencias pasadas, cuando era joven y comenzaba a entrenar con ese mismo grupo del que, casualidades del destino, ahora era él el segundo al mando encargado de dirigirlo.
Sheiztler dejó a su shellan sobre la cama con cuidado. Val seguía aferrada a su cuello con los brazos y a sus caderas con las piernas. De su rostro escondido en el hueco de su cuello escapaban quedos jadeos provocados por los síntomas del celo.
Jamás se le había pasado por la cabeza que ella fuera a pasar por su periodo de necesidad. Y menos a esa edad. La sangre que solía tomar de él debió activar algo en su naturaleza vampira, incentivado quizás por la madurez de su naturaleza Sharkay.
Para un macho como él, que siempre había escapado de ese tipo de situaciones, que jamás había sentido el deseo de complacer a una hembra en ese estado, resultaba irónico sentir el apremiante deseo de saciarla y calmarla, de poseerla hasta que su dolor físico sólo fuera placer. Que de su boca sólo brotaran jadeos provocados por el éxtasis.
Recostada sobre la cama, Val se retorcía bajo el pesado cuerpo de su hellren. El dolor se deslizaba por su cuerpo, siempre partiendo desde el mismo punto; su sexo. El calor la estaba abrasando. Ni siquiera su poder Sharkay la quemaba como ese que recorría su cuerpo en esos momentos. Sheiztler acarició su cuello, un suave toque con sus labios, humedeciéndole la piel con la cálida humedad de su lengua.
—Tranquila —susurró junto a su oído.
—¿Qué me pasa? —gimió Val, arqueándose contra el cuerpo del vampiro cuando otro espasmo la estremeció.
—¿No sabes qué es? —Sheiztler enmarcó su rostro con ambas manos y le retiró el cabello hacia atrás. La miró con amor.
—No, joder… —jadeó de nuevo ella cuando otra sacudida la hizo arquearse con más fuerza contra el vampiro.
—Estoy aquí para ti, Nely. —El macho lamió la línea de su mandíbula buscando sus labios—. Te cuidaré y calmaré tu dolor… —susurró contra sus labios.
Val lo aferró por el pelo y le alzó la cabeza. Mirándolo con fiereza, y casi con los dientes apretados, le gruñó:
—Sí sabes qué coño hacer, empieza de una vez, joder. Esto me está matando.
Soltó el cabello del macho y dejó caer la cabeza hacia atrás. Cuando otra intensa oleada la cubrió, sus caderas se movieron como si tuvieran vida propia buscando el contacto con las del vampiro, rozándose instintivamente contra su palpitante bulto.
El dolor en la ingle del macho lo instaba a tomarla ya. Ninguno de los dos estaban ni necesitaban de preliminares ni juegos. Sheiztler hizo desaparecer la ropa de ambos y sujetándola por las caderas, entró en ella con desesperada urgencia.
¡Joder! ¿¡Es que en esa jodida casa no se podía echar ni un maldito polvo con tranquilidad!? Sheiztler gruñó por tercera… o cuarta vez. ¿Cuántas veces habían golpeado la puerta?
Val se estiró a su lado, satisfecha y cansada. Llevaban horas compartiendo una maratón de sexo duro, sin preámbulos, caricias o arrumacos. El vampiro se apoyó sobre un codo mientras hacía círculos alrededor del ombligo de su hembra, en una lenta y cariñosa caricia.
—¿Cómo estás? —le preguntó.
—Bien, cansada y… —El estomago de Val gruñó escandalosamente.
—…hambrienta —añadió él—. Dame unos minutos y bajo a la cocina —indicó mientras se levantaba de la cama de un salto.
—Puedo avisar a alguien de la cocina… —comentó la mestiza, colocándose de lado mientras lo veía avanzar hacia el baño, fijando la mirada en sus posaderas y sintiendo en su interior un calor que nada tenía que ver con el celo.
—No, bajaré yo, hace rato que debieron acabar —gritó él desde la ducha. Al momento, el agua comenzó a caer.
La hembra sonrió, cerró los ojos mientras escuchaba el susurro relajante que provenía del baño. Suspiró. Estaba cansada, demasiado, hacía horas que no dormía nada, exactamente desde el día anterior. Y el celo la estaba dejando físicamente agotada.
Sentía cierto alivio cada vez que Sheiztler se vaciaba en ella, otorgándole cierta paz, pero sólo eran unos instantes de relativa calma, hasta que comenzaba de nuevo a sentir las intensas y dolorosas oleadas que arrasaban su cuerpo. Gracias a Dios, esos periodos se estaban haciendo cada vez más largos, dándole un respiro a ambos.
Sheiztler salió con una toalla liada en sus caderas mientras de su torso, aun húmedo, goteaba agua que resbalaba perezosamente hasta perderse en la felpa. Miró a su hembra y comprobó con una sonrisa que se había quedado dormida. Tiró de las sabanas y cubrió su cuerpo, después fue hasta el vestidor y se enfundó en un pantalón de chándal. Destelló hasta la cocina, disponía de unos minutos antes de que los signos del celo volvieran a reclamar su presencia en la habitación.
Y para nada se le ocurriría hacerla esperar. Ni deseaba hacerlo. Al contrario, estaba disfrutando, como nunca imaginó, complaciendo a su hembra en ese momento.
Las persianas de la habitación comenzaron a bajar lentamente con un débil sonido metálico anunciando la inminente próxima llegada del amanecer. Aunque todavía era de noche, el sistema se activaba antes para evitar posibles contratiempos a última hora. Desde que Sheiztler se había mudado a la Mansión, Val había hecho habilitar el sistema eléctrico que ella nunca había usado, bastándole tan sólo con correr cada noche las pesadas cortinas oscuras. Troy parecía haber adivinado el estado anímico de su ama y había optado por no aparecer por el dormitorio, buscando otro lugar para descansar. Posiblemente la biblioteca había sido su destino final, el único lugar de la casa por el que se dejaba caer cuando no estaba en la cocina pidiendo comida o en la habitación de Val demandando su espacio o su cuota de atenciones y cariñitos. Sobre la mesa redonda, situada entre los dos sillones orejeros colocados ante el balcón, descansaba la bandeja que el vampiro había llevado hacia unas horas hasta la habitación con comida para los dos, de la que disfrutaron tranquilamente hasta que el celo comenzó de nuevo a arrasar el cuerpo de su hembra.
Val descansaba de lado sobre la cama, medio dormitando, sumida en una duermevela con el edredón liado entre sus largas piernas. Sheiztler acariciaba suavemente su costado, apoyado sobre un codo, contemplando el cuerpo desnudo de su amante. Cuando la mestiza suspiró, le retiró un mechón de pelo que cayó sobre su rostro ahora relajado. El vampiro se levantó de la cama y se dirigió al baño para darse una ducha, pero antes de entrar se acercó de nuevo a la cama y cogió a la hembra entre sus brazos. Val se removió y se acomodó mejor dentro del cálido abrazo.
—Hum, ¿a dónde vamos? —preguntó la mestiza en un tono apenas audible y sin siquiera abrir los parpados.
—A darnos una ducha —contestó el guerrero entrando al baño y abriendo antes mentalmente el grifo del agua caliente.
—¿Ahora? No puedo mantenerme en pie y ¿quiere que nos duchemos?
—Yo me encargo de eso, cielo —indicó Sheiztler con una tierna sonrisa. Sabía que ella agradecería esa ducha, adoraba ese baño antes del amanecer. Ambos la necesitaban después de las horas que llevaban encerrados en esa habitación haciendo lo que seguramente toda la Mansión ya sabía.
Entró en el interior de la ducha y un agradable chorro de agua los recibió. Val gruñó y se agitó un poco, pero Shey la calmó susurrándole delicadas palabras al oído. Inmediatamente, la hembra se quedó dormida bajo la calidez relajante de la suave aspersión. El vampiro la dejó con cuidado sobre sus pies, sujetándola él por la cintura para que no cayera desplomada al suelo. Vertió un poco de jabón sobre el esbelto cuerpo femenino y comenzó a deslizar su mano libre por las suaves formas que lo moldeaba, delineando cada una de sus generosas curvas. Val suspiró y echó hacia atrás la cabeza, recostandola sobre el hombro del vampiro mientras él masajeaba sus tensados músculos. Frotó durante minutos cada rincón hasta que la espuma la cubrió con su dulce fragancia. Sheiztler sonrió satisfecho y acarició delicadamente la línea de su cuello, bajó por entre sus pechos hasta que la mano se perdió entre sus piernas. La hembra gimió y se mordió el labio inferior, arqueándose por instinto contra la mano del guerrero.
«Shey, macho, mejor déjalo aquí si no quieres dormir con un insoportable dolor de pelotas. ¿Es que no has tenido suficiente sexo por hoy?», se recriminó mentalmente. «No», se respondió al momento, con una sonrisa ladeada dibujada en sus labios.
A regañadientes, cogió una toalla y envolvió a su shellan en ella, la cogió en brazos otra vez y la llevó hasta uno de los dos sillones, depositándola en él con cuidado. Después se dirigió de nuevo al baño y salió de él a los pocos segundos con una toalla colgando de sus caderas. Cogió a la hembra del sillón y la dejó sobre la cama, quitándole la toalla y dejándola olvidada en el suelo. Rodeó la cama y se deshizo de su toalla, dejándola también olvidada a los pies del lecho, después se tumbó junto a ella, aferrándola por la cintura y pegándola a él mientras los cubría a ambos con el edredón. Val se acopló a su hellren, ajustando su cuerpo, más pequeño, al más grande del vampiro.
Shey había conseguido realizar todo el proceso sin despertarla, toda una proeza dado el permanente estado de alerta de ella, pero estaba demasiado cansada, habían sido demasiadas horas sin dormir, y el macho debía reconocer que había sido sumamente fácil conseguirlo.
Sintiendo el agradable calor que el vampiro desprendía, la hembra suspiró por última vez antes de entrar en un profundo y tranquilo sueño.
Como siempre, muchísimas gracias por leer. ¿Qué haría yo sin vosotros y vuestros comentarios?
2 Apasionad@s:
Val, preciosa! Que bueno volver a leerte aquí. Parece que este es un año jodido para todos. No te preocupes por la tardanza y tómate el tiempo que necesites, sabes que soy tu fan y voy a leerte aunque te tardes 10 años.
Ando liado también, pero cuando pueda me pondré al día con toda la lectura de los Archivos secretos de la Mansión.
Y más te vale que continúes las otras historias o... o.... no se me ocurre nada con que amenzar, jaja. Qué mal ando...
Besazo ;)
Gracias por pasarte, wapooooooooooo, espero poder leerte pronto.
Besotesssssssssssssss