Bajo la luna equivocada - Prólogo

 

     Os dejo el prólogo de Bajo la luna equivocada, espero que os guste y lo disfrutéis, próximamente colgaré el capi 1, en cuanto acabe con los detallitos que me quedan por montar en el blog.

     Se admiten presiones, jejeje.

     Muchos besotes y a disfrutarrrrrrlo...

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Prologo

 

Amarantha

En algún lugar de Dòrwan, Nyphian

L

a oscuridad lo envolvía todo. El camino, largo y abrupto, se vislumbraba cada vez que se abrían las nubes que cubrían el cielo dejando ver un pequeño claro, iluminándolo entonces tenuemente durante unos instantes.

La joven alzó la cabeza y miró más allá de las altas copas de los arboles que creaban un espeso manto —hacia el imponente cielo nocturno—, al escuchar un aleteo sobre su cabeza. Centró la mirada en la luna, blanca y hermosa, en contraste con la férrea negrura que la bordeaba, bellamente salpicada por las pequeñas y brillantes estrellas que adornaban el firmamento. El tiempo amenazaba lluvia, podía olerlo en el fresco ambiente, en la humedad reinante en el entorno. Pronto comenzaría a llover sin clemencia, dando paso a una de esas tormentas que a veces les obsequiaba con su presencia.

«Debo darme prisa —se regañó—, antes de que alguien descubra mi desaparición en Dòrwan.»

Una rama crujió al ser bruscamente pisada y se detuvo en seco, con el corazón desbocado, escuchando atentamente a través del silencio que la rodeaba. Entrecerró los ojos, escudriñando alrededor y al no percibir ninguna otra compañía más que la suya, sacudió la cabeza despejando todo temor infundado. Los nervios le estaban jugando una mala pasada… había hecho ese recorrido innumerables veces, pero nunca para algo como lo que tenía preparado para esa noche, lo que le alteraba los nervios hasta confundirla.

 

«Debo seguir —se instó a continuar—, por el bien de todos.»

Quizás si corriera… llegaría antes a su destino y dejaría atrás ese espeso bosque de árboles centenarios, cada uno con más años que los que ella portaba en su haber. Aferró los pliegues de la falda de su vestido y aceleró el paso.

Tenía que ser esa noche, finalmente había tomado la difícil decisión y era lo mejor tras meditarlo mucho. Para ambos… para todos.

«Eres Naylhin Werth’n, el Lakills. Te debes a los tuyos, a los seres que amas. Ten el coraje de hacer lo que se necesita de ti.»

Un aviso a última hora había reunido a los guerreros en Krathmon, a unos cuantos kilómetros de Dòrwan, lo que le daba cierto margen de acción y no se darían cuenta de su salida hasta que fuera demasiado tarde. Debía aprovechar esa oportunidad que quizás no le fuera brindada de nuevo.

«Deja de perder tiempo... y el valor. Sigue adelante.»

Sabía que él no le iba a perdonar nunca el que se marchara sin darle la oportunidad de despedirse, de saber dónde buscarla… pero estaba segura que si supiera del engaño no la dejaría realizarlo en los términos que había solicitado. Y debía ser así… Jamás lo pondría de nuevo en peligro… Ni a él ni a los demás.

Cada vez que pensaba en la inminente separación se le rompía el corazón, y quizás estaba siendo egoísta… pero dolía demasiado dejar todo su mundo, sus amigos, a Neyman. Sobre todo a él.

¿Cómo iba a ser capaz de vivir sin su compañía, sin sus besos, sin ver su mirada cada mañana al despertar? Dejar de amanecer en su cama, de recibir sus caricias…

«Aparta esos pensamientos, Naylhin, no te llevan a ninguna parte.»

Todo ese plan ya había sido urdido tras la última incursión, habían hablado y pactado con su consentimiento… era ella quien representaba el peligro. Debían esconderla para ponerla a salvo, y seguir siendo vigilada desde la distancia.  El mundo de los humanos —una sociedad carente de magia e imaginación para concebirla y aceptarla—, podría ser su refugio, permaneciendo allí hasta que pasara la amenaza que pesaba sobre ella. Como consecuencia de su existencia ya se habían cerrado algunas de las puertas que conducían a otros mundos, impidiendo así el paso a todo ese caos en el que se hallaba inmersa Amarantha.

Sumida en sus pensamientos y recuerdos llegó al claro donde se asentaba la pequeña cabaña de madera y piedra. Había luz en su interior, y de la chimenea salía el humo del fuego que seguro ya caldeaba la sala. Su cuerpo se estremeció… estaba helada. Aunque ninguna lumbre podría sacar esa frialdad que se aferraba a su cuerpo con gélidos dedos. No provenía del frío de la noche, era efecto de la angustia que le provocaba lo que estaba a punto de llevar a cabo.

«No hay vuelta atrás —se regañó—, ya no hay vuelta atrás. Las cosas deben ser así. Tal y como el destino las ha dispuesto.»

El destino… ese tramposo y estafador que juega con todos, con la vida, con los sueños, con los deseos y anhelos… amoldándolos a sus propios designios.

Se alisó el vestido ante la puerta con un femenino acto reflejo, como si de pronto el estar presentable fuera importante, y asió el pomo de metal. No había necesidad de golpear y avisar de su llegada.  Él la estaba esperando. Su aliado, su cómplice, su amigo.

 

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