Huida Nocturna
La primera fiesta
Relato corto
Su cumpleaños estaba próximo, y su padre le había regalado una tarjeta de crédito para que comenzara a mostrar que podía ser responsable. Val estaba feliz, se sentía mayor por la confianza que le había demostrado al entregarle la pequeña cartulina de plástico.
Sonriente, le pidió a Joseph que la llevara al centro comercial, necesitaría un traje de fiesta en unos días, y ¿qué mejor forma de demostrar lo responsable que era gastando sólo lo justo y necesario? Le enseñaría a su padre que podía confiar en ella, a pesar de la cantidad de veces que le desobedecía, pero podía cambiar, ¿o no?
Estaba parada delante del escaparate de una de las numerosas tiendas de ropa que había en el centro. El doggen hacía rato que había vuelto al coche, aliviado, después de acompañarla durante más de dos horas. La joven se había apiadado de él, y tras observar su expresión cansada y aburrida, le había dicho que la esperara en el Mercedes si no quería acompañarla durante más tiempo.
Abstraída como estaba contemplando uno de los modelos colocados en una maniquí, no escuchó a las hembras que se acercaron por detrás.
—Bonito, ¿verdad? —preguntaron en voz alta. Val no se giró para comprobar a quien hablaban, segura de que no era a ella—. A ti te quedaría perfecto.
Tras escuchar esas últimas palabras, se volvió a mirar. Tres jóvenes vampiras, a las que conocía de vista desde hacía años, la estaban observando con una sonrisa afectuosa. Aun así, no respondió, se giró y siguió mirando el vestido. Ya había pasado dos veces por delante del escaparate sin decidirse a entrar. ¡Ella nunca había llevado algo así! Pero era precioso. Negro, elegante y… escotado. ¿La dejaría su padre vestir algo como eso?
—¿Por qué no te lo pruebas? —volvió a preguntar la hembra.
—Yo… no sé si… —respondió dudando Val.
—Vamos, estarías preciosa —contestó, también sonriendo, otra de las hembras.
—Esta noche damos una fiesta en mi casa, ¿te gustaría venir? —preguntó la primera.
—Es el cumpleaños de su hermano, y habrá muchos jóvenes de nuestra edad —comentó la hembra que estaba a la izquierda con una sonrisa nerviosa.
—¿Esta noche? —preguntó Val con la sorpresa dibujada en su cara.
—Sí… —afirmó la vampira, después de unos segundos añadió mirando el escaparate—: y ese vestido te quedaría genial.
Lo pensó durante unos segundos y asintió sonriendo. Las hembras se despidieron de ella tras informarla de la hora y después se alejaron tranquilas y sonrientes. Val estaba feliz. ¡Su primera fiesta! ¡Y esa noche!
«Su padre también estaría feliz por ella», pensó con una sonrisa en sus labios.
Entró a la tienda y compró el vestido, también unos zapatos de tacón fino y altos, a juego, que la dependienta insistió. Según decía: «eran los zapatos perfectos y sería un sacrilegio separarlos».
Cuando llegó a su hogar, subió los escalones de dos en dos y se encerró en su habitación. Aún era temprano, así que preparó la bañera, y mientras se llenaba, sacó el traje de la bolsa y comenzó a dar vueltas por la habitación. El vestido colocado ante ella ondeaba con sus movimientos. En uno de los giros se encontró con la mirada de su padre, se detuvo al instante.
—Estás feliz, hija. ¿Gastaste mucho? —preguntó con una sonrisa acercándose a ella. Se inclinó un poco y la besó en la frente.
—¿Pero qué concepto tienes de mí? —cuestionó ella con un mohín—. Sólo compré este vestido —dijo mostrándoselo brevemente, y añadió—: y también estos zapatos.
—¿Pero sabes andar en eso?
—Pues claro, después de todo, soy una señorita refinada —respondió con una amplia sonrisa.
Su padre rió a carcajadas ante su comentario. Su hija podía ser de todo, menos refinada.
—Me han invitado a una fiesta, papá —comentó feliz.
—¿Una fiesta? —inquirió Adrien acercándose más a ella. Su gesto había pasado de ser divertido a serio—. ¿Dónde?
—En Glove Hills —contestó distraída mientras dejaba el vestido sobre la cama.
—No irás —respondió el vampiro en tono grave.
—¿Por qué? —Toda su alegría se esfumó en un segundo.
—Porque... no. —Adrien se giró y comenzó a caminar sin decir nada más.
—Sí iré —señaló Val desde atrás.
—No me discutas, Valnelia —indicó su padre desde la puerta sin girarse. Después la abrió y salió.
—Iré —susurró Val.
Corrió al baño y cerró el grifo. Malhumorada, se quitó la ropa. Siseó cuando el agua caliente acarició su piel, y poco a poco se metió en el interior. Se recostó en la bañera y comenzó a pensar, en su caso, maquinar. ¿Cómo lo haría? Si faltaba a esta fiesta no la volverían a invitar nunca más. Y quería tener amigas. Golpeó el agua con su puño y salpicó el suelo.
—Mierda…
Cogió la esponja y comenzó a frotarse con energía. Tenía que ocurrírsele algo. Tras unos minutos de pensar, exclamó:
—¡Claro, ya lo tengo! —sonrió con ganas ante la idea.
Salió de la bañera y se secó distraída, tenía la mente trabajando y perfeccionando su plan. Se cogió un chándal y se vistió, después bajó al salón. Su padre y Sheiztler la esperaban para cenar. Se sentó como siempre a la derecha de Adrien, pero no se molestó en saludar a los presentes. Cruzó los brazos sobre su pecho y esperó a que le sirvieran la cena. Comió en silencio, dejando patente su malhumor. Después se excusó y salió del comedor dejando a los dos machos a solas. Subió la escalera tranquilamente y al entrar en su habitación, cerró la puerta y se tiró sobre la cama a esperar. En un rato, su padre y Shey se retirarían a la biblioteca, charlarían mientras tomaban una copa, y… ese sería su momento.
Se levantó de la cama y metió el traje en una mochila, esperando que no se estropeara demasiado, también metió los zapatos, y se volvió a tumbar como antes.
¡Dios, se le estaba acabando la paciencia! Se levantó de nuevo y fue hasta la puerta, la abrió un poco y sacó la cabeza, intentando ubicar a los machos.
En el salón, todavía.
Reprimió el impulso de dar un portazo y la cerró despacio. Comenzó a caminar por el dormitorio, arriba y abajo, y cuando estaba a punto de tirarse sobre la cama, los escuchó hablar en el hall, sus voces graves resonaban en el amplio vestíbulo. Sheiztler reía alto, seguro que por algún comentario de su padre.
¡Genial, que bien se lo pasan!, pensó la hembra, y cuando dejó de oírlos, agarró la pequeña mochila y abrió su balcón. Esto sería fácil, lo había hecho multitud veces, no para escaparse de la Mansión, pero sí para salir a cabalgar de noche por los terrenos.
Se descolgó por la pared, aprovechando los salientes, y cuando sus pies tocaron el césped, suspiró aliviada, lo que menos necesitaba era resbalar mientras bajaba. Todo eso para nada si acababa con algún hueso roto, y encima, una bronca, y su posterior castigo.
Atravesó los jardines rodeando la casa por el lateral contrario a la biblioteca, se dirigió despacio hacia el Bentley del 65 de su padre, aparcado ante la entrada, y del que previamente había cogido las llaves del hall cuando se retiró después de la cena. Abrió la puerta y lanzó la mochila en el interior, a continuación se sentó y se colocó nerviosa el cinturón de seguridad, mirando a un lado y al otro esperando ver aparecer a su padre. Suspiró aliviada cuando arrancó el motor, después metió la marcha y aceleró.
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10 Apasionad@s:
Que mas puedo decir de esta historia que no te haya dicho ya... mmmm... pues me encanta, aunque tenga ganas de matar a ciertos personajes de aqui ¬¬ . Sigue poniendo mas que me encanta recordar!!!!!!!
Gracias wapaaaa, por leerla de nuevo, le tengo especial cariño a esta historia. ^o^
Besotes wapiiiiii.
Jeje ya lo había leido. Pero te dejo el comentaritop!! Genial guapa!!!
Besotes
Gracias wapiiii, siiii, tu leíste partes mientras lo escribía, jijiji..
Besotessssssssssss.
jajaja
Siiiiiiiiiiiiiiiiiii eso me gustaaaaaaaaaaa
¿Leerlo antes? jijiji
Esta Vaaaaaal, jajajaja.
Besos ;)
Lo llevaba en los genes, lyss, jiji
hay no... a mi este relato me dan ganas de masacrarlos a todos!!!! diossss es que deberais haberlos quemado!!!!!
Pero todavía no dominaba el fuegooooo, tú dame tiempo y veras como tengo un nuevo encuentro con ellos, jjiji